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Desafío: acuerdos salariales que duren entre 3 y 5 años
Desafío: acuerdos salariales que duren entre 3 y 5 años
Fuente: Ambito Financiero – Pág. 9
Autor: Julián Arturo de Diego
Fecha: 10-07-06
Los acuerdos salariales vencen, en su mayoría, en diciembre, y las empresas están buscando previsibilidad por los próximos cinco años, hasta 2011. Si bien parece ciencia ficción, este mismo proceso se vivió en distintas épocas tanto en España como en Italia, y allí se desarrollaron los denominados acuerdos marco interconfederales o, simplemente, los acuerdos marco que tenían la voluntad tripartita del Estado, la representación gremial y las empresas.
Desafío: acuerdos salariales que duren entre 3 y 5 años
Los acuerdos salariales vencen, en su mayoría, en diciembre, y las empresas están buscando previsibilidad por los próximos cinco años, hasta 2011. Si bien parece ciencia ficción, este mismo proceso se vivió en distintas épocas tanto en España como en Italia, y allí se desarrollaron los denominados «acuerdos marco interconfederales» o, simplemente, los «acuerdos marco» que tenían la voluntad tripartita del Estado, la representación gremial y las empresas.
En España fueron acuerdos inspirados y apoyados en el pacto de La Moncloa de 1978; en Italia se basaron en los llamados «protocolos Scotti», en donde básicamente se plantearon tres principios y dos reglas. Los principios fueron: a) preservar la estabilidad económica para construir una base sustentable para el crecimiento; b) que los sectores planificaran sus acuerdos laborales colectivos con plazos no inferiores a un año y sobre la base de reglas no escritas de preservar el valor de compra y transaccional del salario; y c) que el Estado fuera el garante de estos acuerdos brindando el ejemplo de mantener las reglas de juego (seguridad jurídica) en el mediano y largo plazo, sobre todo en materia fiscal y en lo que hace al marco regulatorio general y al laboral en particular.
Las dos reglas que se emplearon tenían que ver con conformar la representación gremial y empresarial con los auténticos y legítimos interlocutores de las partes; y la segunda, que la pauta que se utilizaría con un mecanismo de doble efecto era que se ponderaría la mejora de la productividad para poder mantener como mínimo la inflación como regla para modificar anualmente los salarios.
Encrucijada
La Argentina está enfrentando en estos momentos una de sus encrucijadas («cross routes») más importantes de su historia reciente. Ha crecido por tres años consecutivos y necesita inversiones para seguir creciendo por diez años más. En materia laboral, se presentan cuatro incógnitas: a) qué hará el Poder Ejecutivo con las reformas laborales en el Congreso nacional, en donde por ahora se vive una impasse; b) qué ocurrirá con los vaivenes de la jurisprudencia (en el Poder Judicial), donde se está avanzando hacia un nuevo modelo ultraproteccionista; c) cuál será el derrotero de la negociación colectiva y de los conflictos consecuentes, con acuerdos que evidencian luchas internas, enfrentamientos por encuadramiento y la CGT dividida por distintas estrategias políticas y partidarias, todo lo cual presiona sobre el costo laboral y el salarial en particular; y d) cómo se consolida la representación empresarial para validar la efectiva interlocución frente al Estado, frente al Parlamento, frente los litigios en el Poder Judicial y frente a la representación de los sindicatos.
Aparece, finalmente, el mayor de los tiranos operando entre todos los sectores, como un gigante invisible: el mercado y, dentro de él, los consumidores. No es cierto que el futuro de una empresa está ligado sólo a reglas claras de juego, sustentabilidad, competitividad y previsibilidad. El mercado manda, porque es el que consume los bienes y servicios. Para satisfacerlo, los inversores buscan el lugar de más bajo costo, con reglas impositivas permanentes, y que produzca con la mejor calidad (estándares internacionales). Nuestros costos todavía son competitivos a nivel internacional y habrá que preservarlos; basta con apreciar los efectos en el mercado turístico o en las exportaciones agrícola-ganaderas, entre otras. Ejemplo claro de la previsibilidad tan ansiada son los acuerdos de las empresas automotrices, como Toyota, con SMATA que se extendieron hasta abril de 2008 o el acuerdo de la industria farmacéutica entre FATSA y las entidades empresarias que se formalizó hasta diciembre de 2007. Si bien todo depende de que los indicadores económicos se mantengan, hoy todos piensan en tres y hasta en cinco años de reglas y acuerdos que permitan que la Argentina sea previsible. Las cartas están tiradas, y las posibilidades están al alcance de la mano del Estado, y de las auténticas representaciones de los gremios y del empresariado.