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Ser ejecutivo de una gran empresa: tarea insalubre?
Ser ejecutivo de una gran empresa: tarea insalubre?
Fuente: Ámbito Financiero – Pág. 9
Autor: Julián A. De Diego (Especialista en temas laborales)
Fecha: 17-07-07
Les es muy difícil cumplir con las reglas de ética y los códigos de conducta a los ejecutivos en la Argentina, pero no están solos; se ha convertido en una imposición global de la que no está exento ningún país del orbe. Ser y parecer no sólo parte de una obligación impuesta por la moral y las buenas costumbres sino por la sustentabilidad de los ejecutivos en sus funciones.
En rigor, incurrir en una falta a los deberes asumidos es sancionado con la desvinculación que será honrosa o deshonrosa según las características, importancia y trascendencia de las faltas o incumplimientos cometidos. Una carta dirigida a una dependiente que no le reportaba de parte del presidente de una empresa de construcción de turbinas y aeronaves le costó su renuncia. El empleo del avión de la empresa para un viaje de placer le costó el puesto a otro, además de asumir los gastos del vuelo. Discutir públicamente las políticas de la compañía también significó la remoción de un directorio completo. Ni hablar de los temas que están vedados a los ejecutivos para ser discutidos con las empresas competidoras, todo ello en amparo de la confidencialidad, pero también para evitar cualquier sospecha de cartelización o de acuerdos de precios o de coberturas concertadas en el mercado.
Se ha llegado al extremo de juzgar no sólo las conductas específicas sino también los actos de omisión, que pueden implicar ocultamiento, complicidad, y hasta violación de los códigos por no haber asumido, por ejemplo, la denuncia de la investigación de un hecho que podría ser considerado reprochable. En realidad se puede inferir de determinadas conductas consideradas antiéticas que se ha infringido el código de conducta o su espíritu general o particular.
La imposición de normas de transparencia y rigurosos códigos respaldados por sistemas de control especiales no nació de hechos ocurridos en Latinoamérica, sino de escándalos generados por grandes «players» del mercado mundial como WorldCom, Enron o Parmalat, por citar los más difundidos. Se amplió luego con la Ley Sarbanes Oxley que generaron las llamadas reglas SOX, que han impuesto a las empresas la creación de un área específica relacionada con los controles de reglas especiales.
A los códigos de conducta se les agregan normas de procedimiento que llegan a formular planteos dramáticos en el desenvolvimiento de su vida de relación en sociedad. Por ejemplo, las reuniones o eventos ligados a los competidores tienen normas específicas que determinan si el ejecutivo puede o no concurrir, y en caso afirmativo, cuáles son los límites concretos de los temas que se pueden discutir.
La confidencialidad -o sea, la preservación y protección de los secretos- y las normas sobre «no competencia» llegan al extremo de que no se pueden compartir lugares preferenciales en un evento social, en la tribuna de una competencia deportiva, e inclusive, en el estrado de un evento académico, sin cumplir con ciertos requisitos, por ejemplo, el de notificar a su superior matricial a fin de recibir la correspondiente autorización.
En el seno de las cámaras empresarias, inclusive, se establecen las reglas de convivencia en donde naturalmente se reúnen los competidores de una misma actividad. La violación de estas normas, sus procedimientos y sus condiciones y requisitos de actuación son sometidos a tres etapas nada gratas. Por un lado, cualquier evento en contradicción con los sistemas de conducta en general puede ser objeto de denuncia por cualquier miembro de la organización, por ex integrantes de la misma o por terceros.
Investigación
La segunda es que inmediatamente se activa un proceso de investigación que incluye la utilización de servicios generalmente tercerizados, muy sofisticados y que tienen por fin investigar los hechos y todos sus componentes y elementos periféricos que conduzcan a identificar y analizar si el ejecutivo operó con transparencia y confiabilidad.
Por último se pasa a un complejo sistema decisorio, donde se determina el destino del ejecutivo, que tiene una amplia gama de consecuencias. Desde ponerlo en situación de sospecha de inconducta («probation»), y bajo rigurosos controles, pasando por remociones o traslados, y culminando con la renuncia «voluntaria» o en su caso con la remoción con o sin causa, o su desvinculación imputándole las irregularidades cometidas o las omisiones incurridas.
Para justos y pecadores la vida de los ejecutivos no está amparada sólo por el éxito de su gestión, sino que debe someterse a estas nuevas reglas que van más allá -en muchos casos- de la cordura y de la razonabilidad. Ser ejecutivo de una organización global se ha convertido sin dudas en una tarea insalubre inundada de nuevos desafíos y donde los resultados se ligan a cómo y con qué medios se lograron. Nuevamente el imperativo de conducta «ser y parecer».