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20 agosto 2019

El impacto traumático de las Paso en el mercado laboral

“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres e infelices mortales que se encuentran de golpe con una cuota de poder”, escribió en sus memorias José de San Martín. Autismo, sobrevaloración, aislamiento, oídos sordos, son algunos de los defectos que llevaron a desconocer o a no comprender las necesidades de los ciudadanos, sobre todo de los resultan ser más vulnerables.

Publicado en El Cronista,  20 de agosto de 2019
Los jubilados y pensionados, los desempleados, los excluidos, los que se encuentran debajo del límite de indigencia y de pobreza, los discapacitados, los pequeños emprendedores, las pymes de menos de diez empleados, los comercios minoristas, los que perdieron el estatus de la clase media y pasaron a la pobreza, en fin, a todos ellos y muchos más afectaron las decisiones del actual gobierno, empobreciéndolos, obligándolos a cerrar sus negocios, o sencillamente perdiendo su empleo, o cayendo en el trabajo precario y ocasional.

Las empresas industriales en general no han dejado de reducir su producción y sus planteles, con apertura de importaciones, aumento de la presión fiscal y hoy las que sobrevivieron, cuentan con más del 50% de capacidad instalada ociosa.

La  economía en plena estanflación y con ello, el marco de retracción que ofrece el mercado laboral, fueron sin duda decisivos en el voto que finalmente emitieron los ciudadanos en las PASO, y que poco más de dos meses se volcará en las urnas de la primera vuelta. Se llegó a sostener que los ciudadanos se equivocaron al votar y por ende, no nos deben sorprender la reacción de los mercados, y que los que opinaron en las encuestas mintieron o cambiaron de opinión al votar.

Los aciertos del Gobierno Nacional, reinsertando a la Argentina en el mundo, el fin del cepo, el sinceramiento de la economía, el proceso de transferencia de los subsidios a las tarifas, la inversión en infraestructura y los logros en la macro, nunca llegaron a los damnificados del modelo.

Resulta claro que las dos fórmulas mayoritarias conservaron su núcleo duro de un tercio cada una, y que la clase media y los trabajadores en relación de dependencia y las pymes, que conforman en gran medida el tercer tercio, votó a favor de la fórmula Fernández- Fernández en función de la pérdida del poder adquisitivo de sus ingresos, la pérdida de empleo, y el cierre de los pequeños emprendimientos, en un contexto de recesión, presión fiscal, volatilidad del tipo de cambio e inflación y falta de crédito.

La percepción fue muy negativa cuando se resolvió la degradación del Ministerio de Trabajo a Secretaría de Trabajo, como un disvalor hacia el trabajo humano. El esfuerzo de los funcionarios para que la Secretaría no perdiera protagonismo fue y es loable, pero no revirtió la imagen que se creó al subordinarla al Ministerio de la Producción. Otro tanto ocurrió con el Salario Mínimo Vital y Móvil que con $12.500 no refleja el mínimo de subsistencia y su ajuste fue muy inferior a la inflación y un tercio de la canasta familiar básica. Los datos del INDEC complementada con el informe de la UCA sobre la deuda social, marcaban un aumento de la pobreza, la indigencia, el desempleo y el subempleo, y del trabajo en negro donde reina la precariedad.

La demostración de estos hechos y la dicotomía presidente y candidato, lo reflejan las medidas adoptadas para compensar la nueva devaluación y su traslación a precios, todas ellas de altísimo costo para el Estado, temporarias y efímeras, y de dudosos efectos positivos.

Es más, el hecho de que las medidas tengan el plazo de vigencia de los actos electorales, aumenta la falta de confianza y provoca el efecto contrario al deseado.

La designación del nuevo Ministro de Hacienda abre la esperanza de que no se pierda el rumbo, y se revierta esta imagen que permita oxigenar al Gobierno Nacional, en la medida que se interprete correctamente el resultado de las PASO.

Para ello no basta con las medidas apresuradas y con asistencialismo, es imprescindible exhibir las estrategias en el plano político, en el institucional, y en el reconocimiento de errores que deben rectificarse. La afirmación de que seguiremos adelante en el mismo rumbo como hizo hasta ahora, es una de las razones claves que volcó el voto de la clase media hacia una fórmula peronista.

Dicho en otros términos, seguir el que se considera el rumbo correcto, implicó inflación, recesión, destrucción de puestos de trabajo y de pymes, endeudamiento fuera de control, y la especulación financiera. A ello hay que agregar que ninguna de las promesas oficiales se cumplió, y los brotes verdes y el crecimiento como la ola de inversiones brillan no se concretaron en los hechos.

 Los votantes del centro peronista ruegan de que el nuevo gobierno si triunfara en las elecciones presidenciales lo lidere Alberto Fernández y que Cristina se circunscriba a presidir el senado sin interferir en las decisiones políticas del Estado.

El Poder Ejecutivo en campaña tiene pocas esperanzas, pero si las hubiera es imprescindible su mea culpa y la autocrítica, y la rectificación de las políticas de Estado que ponderen la reducción racional del gasto público, y en especial una política general de desarrollo y crecimiento que permita que todos recuperen la dignidad a través de su trabajo, de su emprendimiento, y de su iniciativa.

Por Julián A. de Diego.
Director del Posgrado en RR. HH. Escuela de Negocios de la U.C.A.

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