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29 octubre 2019

La democracia capitalista de la region en crisis

Existen cuatro niveles de mentiras: la pequeña mentira, la intermedia, la gran mentira y la estadística. La desigualdad se oculta tras un sutil disfraz detrás de la medición de los indicadores económicos y sociales. Los grandes números macro, los promedios, las mediciones del ingreso per cápita, a menudo ofrecen una imagen engañosa, y ocultan o no reflejan el mundo real.

Publicado en El Cronista, 29 de octubre de 2019
Abraham Lincoln decía que se puede mentir a pocos mucho tiempo, se puede mentir a muchos poco tiempo, pero no se puede mentir a todos todo el tiempo, sobre todo si el engaño tiene como destinatarios a los mismos que han sido defraudados.

Es sin dudas el caso que hoy exhibe Chile, dentro del contexto de un país aristocrático, el modelo económico de éxito en América Latina (Ingreso “per capita” u$s28.000 anuales para el 2020 FMI), donde la pobreza había llegado al 40% y hoy se estima en el 8%. Sin embargo, apareció de la nada la insuficiencia del salario, de las jubilaciones de las AFP de u$s 240, y más del 60% de la población con graves carencias en la atención de la salud, en el alto costo de los servicios eléctricos y del transporte, en los precios de los medicamentos, en el acceso a la educación de calidad, en la aspiración a ocupar los puestos de trabajo disponibles de mayor responsabilidad, que se ha traducido en la parálisis de la movilidad social, en procura de una clase media sustentable, que refleje el marco aspiracional de la clase baja chilena. Lo cierto es que el 10% de la población concentra el 80% de la renta, y el 90% de los chilenos se reparten el 20% restante).

Chile, tiene su simil en los “chalecos amarillos” de la Francia del Macron, en la rebelión de los bolivianos contra Evo Morales, en las protestas de Hong Kong ante el gobierno chino,  en la crisis de Perú o de Ecuador, en la bomba de tiempo de Brasil, en las protestas de la Puerta del Sol en Madrid, en la vuelta al populismo, a opciones que se refugian en las ideologías de izquierda, en un deja vu de la era K en Argentina, en el retorno de la mística marxista, irónicamente, en la catástrofe de Venezuela y de Cuba, después de que todas las fórmulas fracasaron.

Amartya Sen (Indio, Premio Nobel de Economía 1998, Universidad de Harvard) ya había advertido en su estudio sobre las hambrunas que la pobreza era un problema grave, pero mucho más lo era la desigualdad creciente en las más importantes democracias del orbe. Demostró que el hambre es un tema logístico ante la superabundancia de alimentos, y los lugares donde se concentran las poblaciones indigentes, algunas de las cuales se localizan dentro o b ajo la órbita de países desarrollados.

La revisión socialista encuentra en el mal manejo que han tenido los países que disfrutaron del estado de bienestar cuando la economía se hizo más competitiva, cuando la globalización marcó en el mapa los que pueden jugar en las distintas categorías, y quienes están excluidos.

Para el Banco de Suecia el tema de la desigualdad y de la pobreza son claves. Por ello otorgó a Angus Deaton el Premio Nobel de Economía 2015, que sostuvo que la salida de la pobreza siempre genera desigualdades. Un ejemplo disruptivo es que tiene China tiene graves contrastes en la distribución del ingreso, pero sigue manteniendo una política inclusiva que en grandes oleadas reducen la pobreza.

Hace días se otorgó el Premio Nobel de Economía a Abhijit Banerjee (India, MIT), Esther Duflo (Francia, MIT) y Michael Kremer (USA, Universidad de Harvard) nuevamente a expertos en el análisis y búsqueda de salida para la pobreza en creciente aumento por causas cíclicas y rotativas.

Al respecto, la Academia reconoció el trabajo de los economistas en la creación de nuevas aproximaciones para buscar los mejores caminos para luchar contra la pobreza global, concentrándose en aspectos “concretos” como por ejemplo métodos más eficaces para mejorar la salud infantil o la educación, con la irrupción de las nuevas tecnologías, y con el rol de las corporaciones que lideran la economía mundial.

Resulta claro para mí, que existe un factor común a todos los conflictos sociales recientes, y es que la clase obrera y la clase media baja y en algunos casos, la clase media en general reclaman por la pérdida de ingresos y por la insatisfacción por la falta de seguridad, por la decadencia del sistema educativo o por la accesibilidad a la educación de calidad, la reducción de los ingresos por falta de mejoras o por aumento de los costos básicos como alimentación, energía, indumentaria y transporte, y de los impuestos y las cargas sociales,

Sea cual fuere el destino de los países de Latinoamérica , la democracia estará expuesta a una grave crisis de gobernabilidad si los gobiernos elegidos legítimamente por cada comunidad no incluyen como políticas de estado las mejoras demandadas, que forman parte de un nuevo marco aspiracional de los grupos sociales postergados o excluidos.

El mensaje reclama igualdad de oportunidades, empleo de calidad con ingresos que gradualmente crezcan junto con las inversiones, libre empresa y promoción de las pymes y de los emprendedores, educación focalizada en la empleabilidad, promoción de la inversión y del ahorro que permitan un crecimiento sustentable, diversidad e inclusión y multiplicidad de oportunidades laborales en el mercado.

Debe implementarse un régimen legal que fomente la meritocracia, que premie el esfuerzo y fomente la cultura del trabajo, que vuelva a colocar a los trabajadores de menores ingresos y a los desempleados, a través de un puente basado en educación y capacitación, para ingresar al mercado con un marco legal razonable y moderno, en un contexto que brinde seguridad jurídica a los dependientes como a los empleadores.

Por Julián A. de Diego.
Director del Posgrado en RR. HH. Escuela de Negocios de la U.C.A.

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